Magos Herrera
La cantante mexicana Magos Herrera reside actualmente en Nueva York, donde se realiza como músico de jazz con fusión de sonidos latinoamericanos. El pasado 4 de junio Magos recibió un Berklee Latino Master Award en Boston, Massachusetts, otorgado en reconocimiento por sus logros como mujer latina en la escena del jazz, por su pasión como músico y por su fusión sin igual del jazz y de la música latinoamericana.
Cómo empezaste en la música, y qué fue lo que te llevó a ser músico?
La música me escogió a mí. Siempre tuve la certeza de que quería ser músico, de que quería cantar y componer. Mi relación con la música se ha profundizado a través de los 20 años de mi carrera. Mi vida no la imagino haciendo otra cosa que no sea siendo músico.
Supongo que a través de los años también has conocido a numerosos músicos y personas que han sido tus mentores. ¿Nos podrías contar qué significa para ti un mentor? ¿Quiénes son esas personas que han influenciado tu vida como músico?
Para mí un mentor es como un maestro, no con la connotación de un maestro de aula, sino de un maestro con sus discípulos. Desde ese prisma he tenido infinidad de mentores: sin duda alguna, a nivel técnico mi mayor mentor fue un maestro ruso que se llama Konstantine Jadan, procedente de una escuela muy estricta y clásica, gracias al cual descubrí el potencial de mi voz; el proceso de incorporar esa técnica a mi lenguaje y a mi estética personal ha sido un proceso de muchos años. Otro mentor fue Tim Rise, saxofonista de los Rolling Stones. Tim es un jazzista extraordinario y ha coproducido mis dos penúltimos discos. Para mí, además, fue como mi padrino en Nueva York, la persona que me acogió y que me ayudó a entender cómo funcionaba la industria en la ciudad.
Otros mentores incluyen a Aaron Goldberg, el primer pianista con el que toque y con quien grabé cuando llegué a Nueva York; Ken Basman, un guitarrista canadiense con el que toqué durante muchísimos años en México, y que sin duda fue clave en la forma en la que aproximo mi voz; y por supuesto todos los maestros de jazz y de improvisación que he tenido. También considero mentores a todos los músicos con los que he tocado desde que me mudé a Nueva York.
En tu música fusionas mucho el jazz con el folclore mexicano. ¿Podrías hablar un poco de cómo llegaste a tener ese sonido tan particular?
En realidad siento que la columna vertebral de mi estética es el jazz. La sofisticación armónica del jazz, la posibilidad del interplay, el tipo de músicos con los que me gusta tocar y la acústica sonora con la que me gusta escuchar mis propuestas, sin duda es jazzística. También la forma de usar mi voz, utilizando fraseos totalmente jazzísticos, así como el factor de la improvisación con la voz como instrumento, son totalmente propios de este género. Sin embargo, también rescato el vocabulario de la música, no únicamente mexicana, sino latinoamericana. Es en ritmos latinoamericanos, como los brasileños, y en la influencia africana, donde para mí reside la riqueza de la música latinoamericana. Siento que el estilo mexicano se produce orgánicamente por el hecho de ser mexicano, que implica una manera de decir y sentir las cosas. La idea de rescatar el repertorio mexicano es muy bonita y mi meta es hallar mi propia forma de contarlo; son canciones que se han grabado de muchas formas a través de la historia, y hay que encontrar la manera de hacerlo personal.
Eres mujer, eres jazzista, eres mexicana, vives en Nueva York y estás trabajando como artista mezclando folclore latinoamericano y jazz. ¿Podrías hablar sobre lo que significa, sobre cómo funciona, y sobre lo que te ha brindado el hecho de trabajar en Nueva York?
Es una gran pregunta, porque creo que es un reto enorme. Yo no soy artista de “world music”: el circuito en el que me muevo, y que me gusta, es el del jazz. Ser una mujer mexicana en la industria jazzística ha implicado remar contra marea, porque no hay precedentes de una mujer mexicana jazzista que esté navegando en las aguas de la escena internacional del jazz en Nueva York. He sido pionera en todos los sentidos, lo cual no eha sido fácil porque he tenido que encontrar mi espacio en una escena increíblemente competitiva y con músicos excepcionales como es la de Nueva York. Como mujer, esto ha implicado competir con los mejores músicos de jazz del mundo en una industria que es principalmente de hombres. Pero siempre he tenido mis retos para abrirme espacio en la música, no únicamente en Nueva York. Cuando eres íntegro y honesto con lo que quieres hacer con la música, y además estás alineado con lo que es verdadero para ti, ésta te acoge. Creo que Nueva York tiene esa belleza, cuando la escena entiende que eres verdadero con lo que estás haciendo, y encuentras tu propia voz y la compartes, esa escena te arropa. No puedo tener mejor regalo que ser abrazada por la escena que siempre admiré, por los músicos que siempre admiré, por los músicos que crecí escuchando. Ser parte de esa escena, tocar con ellos y, al igual que ellos, ser reconocida como músico ha sido un reto, uno que me ha dado muchos frutos y que le ha dado validez a por qué me encuentro en este camino.
¿Podrías dar un consejo a otros músicos latinos que están tratando de entrar en la escena de música?
Mi consejo sería que sean la mejor versión de sí mismos. A los latinoamericanos que estamos afincados en el extranjero y que formamos parte activa en la escena del jazz, como yo y como Antonio Sánchez, se nos puede contar con los dedos de una mano. Mi consejo es prepararse y no tomarse nada a la ligera. Prepárate y entrégate a la música al 100%; hoy en día la competencia es mucho mayor que hace 20 años y el nivel es altísimo, y creo que es lo único que puede hacer válida tu carrera y tu entrega a la música. La música es una construcción que toma años, y también es una compañera que vas a llevar contigo hasta las últimas consecuencias, hasta que te mueras. Mi forma de entender la música es que es un estilo de vida, una construcción, no algo que ocurra de la noche a la mañana. La clave es prepararse en todos los sentidos y, sobre todo, encontrar tu propia voz. Es ahí, para mí, donde está el goce de la música.
¿Cuál fue tu primera conexión con Berklee?
Supe de Berklee a través de mi esposo, Alex Kautz, dado que él que estudió aquí antes de que nos casáramos. Durante aquella época me invitaban a asistir a clases y tuve la ocasión de estudiar con Jamie Haddat, y con Victor Mendoza. A su vez, me empecé a hacer muy amiga de todo el personal jazzero que estaba en el área, y también en el New England Conservatory.
¿Puedes hablar un poquito más sobre lo que significa recibir este reconocimiento para ti?
Lo abrazo y lo recibo ampliamente, como una afirmación de que es posible, porque no hay ninguna otra mujer mexicana que esté cantando jazz en el extranjero ni en los festivales internacionales. Esto representa para mí la posibilidad de decirles a las nuevas generaciones que es posible aspirar a desarrollarte en lo que más amas de manera completa y hasta las últimas consecuencias. Lo recibo con humildad, me siento abrumada y muy honrada.